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MI MAESTRO

  • Writer: Christina Merino
    Christina Merino
  • Jul 10, 2023
  • 8 min read

Updated: Apr 7, 2024

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por Cristina Merino



Mi maestro era el italiano-americano de edad madura, con  mayor atractivo intelectual que el de un joven de mi edad; por supuesto, él ya había vivido casi todo. No me malinterpreten, su edad era un número más, pero sus energías y su mente parecían ser imparables. David parecía no tener límites en absoluto para seguir hablando y observando al mundo de la forma tan peculiar en la que lo hacía. Siempre con ropa elegante, corbata, camisas bien planchadas, zapatos brillantes, sacos, sombreros y sus largas gabardinas en el invierno. Ese era mi maestro.


A veces había días en los que parecía que su afán por enseñarnos más sobre la vida y sus experiencias durante su servicio en la marina era más apasionante que dar la clase por cuatro horas. Sin mencionar las veces que reproducía en el proyector películas de cine francés mientras trabajábamos en nuestros proyectos. Su timbre de voz era tan peculiar, tan elegante, pero tan profundo que te permitía escucharlo hablar durante horas sin un solo bostezar. Ese era David, un divorciado que vestía elegante y que tenía buen gusto por la música, le gustaba el jazz y la música clásica, uno de sus favoritos “Kind Of Blue” de Miles Davis.


De sus conocimientos sobre la historia del arte ni hablemos, él tení­a una mente brillante, él era un hombre brillante. Su humor negro, su sarcasmo, su italiano quebrado, su intento por  hablar español, su gusto por la comida mexicana, sus chistes inteligentes, el tatuaje en su brazo derecho, su mirada cálida y tierna pero desafiante. Qué agradable sujeto era mi maestro, de alguna u otra manera siempre lo admiré y lo aprecié.  Él me daba la impresión de ser todo un personaje, como esos hombres importantes, varoniles, y elegantes del cine clásico. 


Recuerdo que en una ocasión necesitaba que él firmara una hoja para mi programa de EOPS, así que lo busqué al final de la clase. El ya se había ido a su oficina que estaba a un lado del salón, fui directamente a buscarlo y cuando estaba por tocar su puerta, él ya venía de salida. Me miró y me dijo "¡Por supuesto!". Una vez que terminó, me dio la hoja y, con una voz dura, me dijo que no podía estar llegando tarde todo el tiempo y que necesitaba mejorar mi puntualidad, ya que por esa razón él podía sacarme de la clase. 

Me sentí tan apenada y le expliqué que para asistir al colegio tenía que cruzar la frontera todos los días porque vivía en Tijuana y el cruce de la frontera era todo un asunto por las mañanas. De la forma en la que el lo dijo me hizo sentir mal y él lo pudo notar, al final de escuchar mi explicación él no dijo nada, le agradecí­ y me fui. Había llegado tarde un par de veces, creo que no era para tanto. 


Después de ese día, me prometí levantarme aún más temprano de lo temprano que ya me levantaba, nunca más volví a llegar tarde a su clase, él lo noto. Quizás el sintió un poco de remordimiento por la forma que me habló aquel día sin conocer  mi situación ya que después de esos días y con frecuencia, comenzó a hacerme preguntas sobre lo largas que eran las filas y sobre el tiempo que me tomaba llegar hasta el colegio. 


El se  sentaba a un lado mío para hacer su trabajo mientras él tenía su propio espacio en el espacioso estudio.  Yo podía notar cómo debes en cuando David daba un vistazo a lo que yo estaba haciendo y por dentro sentía que se burlaba de mi incompetencia, ya que en ese entonces mis diseños eran una decepción. En su clase, fue la primera vez que toque un programa de Adobe, ya se podrán imaginar. 


La verdad es que me causaba mucha gracia, que sin exagerar, habiendo tantas computadoras disponibles en el estudio seleccionaba la que estuviera a un lado mío. Bueno, quizá solo eran ideas mías. 


David tenía la tendencia de pasearse por el estudio y observar lo que cada estudiante hacía, a mi me daba el sentimiento que mientras él hacía su recorrido, en su mente nos criticaba y juiciosamente determinaba quien sí tendría potencial y quien no. En realidad, él siempre fue muy amable y se afanaba porque nos sintiéramos cómodos, jamás dio una crítica negativa sobre nuestros trabajos o nos hizo sentir sin esperanzas en la industria, al contrario, nos animaba más de lo necesario.


Pero, por alguna razón él me producía una gran sensación de nerviosismo, me intimidaba mucho, es que en realidad yo le tení­a respeto y admiración como maestro y artista.  Durante esas caminatas de juicio silencioso que yo me inventaba, él caminó por detrás de mi silla y gentilmente tocó mi hombro izquierdo y me dijo que no tení­a por qué ponerme nerviosa cada vez que él caminaba al rededor del estudio. En aquel momento la vergüenza y yo nos topamos de frente,  no dije absolutamente nada, ¿pero qué se suponía que tenía que decir?.


Tuve la fortuna de tenerlo como maestro durante dos semestres consecutivos, y después me enteré de que además de enseñar clases de Diseño Gráfico e Historia del Arte, él se encarga de dirigir un montón de cosas más. Ahí fue cuando comprendí el motivo de sus repentinos escapes en medio de la clase, él porque todo el tiempo había profesores entrando y saliendo de su oficina. Este señor se la pasaba en juntas mientras nos dejaba como sus hijos abandonados en el estudio. Y la razón por la cual él siempre afirmaba que cualquier movimiento que se hiciera en relación con la facultad de artes y la Galería del Colegio, él era el primero en saberlo. 


En otra ocasión, él se las armó para organizar una pequeña exposición por gusto propio en el colegio, esto ocurrió unas semanas antes de que el semestre en otoño finalizara. Esta reunión fue una breve plática acerca de sus proyectos, historias e instalaciones que realizó en museos relevantes cuando trabajaba como artista independiente en sus años de juventud. 


Zapatos lindos, pantalón de vestir negro, su clásico reloj de siempre, sus lentes y su camisa blanca a cuadros azul marino y mangas dobladas hasta la altura de sus codos. 

Él hablaba con una seguridad inexplicable, riendo y sonriendo, moviendo sus manos en el aire como si fueran dueñas de los halagos, haciendo muchos gestos, y cómo siempre haciendo reír a todos con sus chistes bien estructurados.


Estoy segura de que David fue todo un romántico, me parecía muy gracioso el hecho de ver cómo entraban las maestras al salón para pedirle favores con su coqueteo sutil y muy descarado, bueno él era un hombre libre y divorciado. Entre todos sus relatos, él nos contó cómo durante su tiempo en la marina estadounidense, en uno de sus viajes a China, él se había enamorado de una chica asiática.  Sin intenciones de presumir, él decía que su compañero y él eran los hombres más apuestos y bueno, seguramente y a mi parecer los más picarones. 


David relataba que las chicas eran las que deseaban pasar tiempo con ellos, y ellos las llevaban a los bares y a dar paseos, pero cuando tuvieron que partir dejaron muchos corazones rotos. La distancia y el idioma eran un obstáculo enorme, David mencionó que se las ingenió para mandarle cartas a una chica, pero su relación a distancia no duró mucho tiempo. Fue ahí donde comprendí el significado del ancla que él tenía tatuada en su brazo derecho. Me parecía de lo más gracioso la forma tan formal y elegante que él se presentaba a sí mismo, y cuando repentinamente se subía las mangas de su camisa su tatuaje delataba esa parte juguetona de su juventud. 


Otro dato interesante y curioso sobre el señor "Fettuccine", que por cierto ese fue el apodo gracioso que yo le puse para nombrarlo cada vez que le contaba a mi hermana sobre este personaje, ya que su apellido era en efecto italiano como la pasta pero muy largo y difícil de pronunciar a mi parecer. Para todos y en el estudio Mr. Q. 


En uno de los artículos en el cual el distinguido señor “Fettuccine” fue entrevistado para el periódico del colegio, él habla sobre su gran labor trabajando con veteranos sin hogar, servicio social, su trayectoria en el estudio del arte, y un poco de su vida personal y sus pasiones. En un párrafo, David relata cómo él se había decidido a obtener un Doctorado en Historia del Arte, sin embargo, se contuvo, dado que el esfuerzo por lograr tal objetivo lo llevaría al aislamiento. Él decía "Soy un maestro, me gustan las personas, soy sociable, soy gregario y creo que el trabajar con veteranos sin hogar se acomoda para mí".


Él trabajaba de tiempo completo para el Colegio y estaba en un programa de trabajo social en la Universidad del estado, programa que completó en dos años a pesar de todo lo que le tomó considerando su edad. Durmiendo 3 horas por noche, trabajando de 16 a 20 horas en diferentes hospitales durante la semana, escribiendo como vocación, llegando a casa a las 10:00 pm para estudiar arduamente hasta la media noche e ir a dormir hasta las 3:00 am. Y yo que me quejaba con frecuencia sobre cruzar la frontera a diario y levantarme temprano, su rutina me hizo ver lo malcriada que estaba y como aun así pude haber dado más de mí durante mi tiempo en el Colegio, después de haber leído su artículo me sentí avergonzada por Mr. Q.


Ojos rojos por la mañana, enfermo y cansado todo el tiempo y aun así se las ingeniaba para estar presente en el Colegio. En una ocasión, él mencionó "Si me ven por ahí con la misma ropa de un día anterior, probablemente no he estado durmiendo bien". Creí que se trataba de un chiste mal contado y sin sentido de un descuido, pero una mañana de un día que estaba sentada en las escaleras exteriores de la biblioteca, lo vi pasar apresurado y pensativo, con su maletín en una mano y un puñado de libros en su brazo izquierdo, y con la misma ropa un tanto arrugada del día anterior en clase. Era evidente que no había dormido nada y, en efecto, parecía  muy cansado, sentí mucha empatía por él. En el artículo, él finalizó diciendo "Quiero seguir desarrollándome y desafiandome profesionalmente. Quiero seguir trabajando". Él realmente me inspiró mucho, no solo como profesor, sino como persona.   


Durante clase siempre nos contaba cuando tenía boletos para el teatro, sobre los eventos a los que asistía los sábados por la noche. Si pensábamos ir, probablemente lo encontraríamos sentado en primera fila. Él nos compartía cuando estaba leyendo un nuevo libro, sobre sus clases de guitarra y lo terrible que le iba, pero que cada vez estaba más motivado a mejorar. Mr. Q era de los que iba por café, a cenar y a los bares por sí mismo, se sentaba y comenzaba a hablar con quien estuviera cerca. Su cualidad más grande era conversar con extraños. Él amaba a las personas y eso lo volvía aún más encantador.


El último día de clases para finalizar el semestre, él nos mencionó que ya no daría más clases porque estaba por retirarse como educador. Saberlo me puso un poco triste, pero él parecía feliz, quizás de esta forma él podría obtener el descanso que merecía. 


Nos brindó unas palabras de ánimo y algunos consejos para nuestras futuras clases, y con una voz juguetona y profunda terminó diciendo "El arte es de las cosas más sensuales en la vida, como lo es la tipografía". Comprendí a lo que se refería.


Agradezco cada clase, y agradezco haberlo podido tener como instructor, aunque si les soy honesta no aprendí mucho sobre Diseño Gráfico con el, el señor siempre se la pasaba  en juntas y faltaba por que se enfermaba mucho, como lo dije anteriormente.  Pero David me enseñó algo muy importante que por seguro guardaré hasta el fin de mis días. Pasión, gusto por la vida, el disfrute de ti mismo, el disfrute de la soledad, el disfrute del tiempo, el simple hecho de escucharlo hablar era maravilloso, y no fui la única estudiante que pensaba esto ya que todos los estudiantes le tenían un gran aprecio, un maestro con buenas referencias.  Por su causa me enamoré del Jazz y del cine francés sin darme cuenta. Y sus historias siempre me ponían a fantasear.  David ya tenía su edad, solo espero que donde quiera que esté, esté bien y que siga disfrutando de la vida y de la manera tan peculiar en la que lo hacía, pero que sujeto tan agradable era mi maestro. 







Vía Pinterest, artista desconocido.




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